Alberto Contador
Alberto Contador Velasco nace en Madrid, en el Hospital 12 de octubre, el 6 de diciembre de 1982 y desde pequeño reside en Pinto (Madrid), donde sus padres emigraron en 1978. Su familia procede de Barcarrota (Badajoz), donde siguen viviendo muchos familiares y mantiene gran número de amigos.   Hijo de Francisco y Francisca, es el tercero de cuatro hermanos (Francisco Javier, Alicia, Alberto y Raúl). Gracias al mayor (3 años más que Alberto) descubrió su afición al ciclismo. Anteriormente practicó fútbol y atletismo, deportes que también se le daban bien, aunque fue el ciclismo al que eligió para hacerse profesional.   Ha tenido claro lo que quería y no ha regateado esfuerzos por conseguirlo. Sus vivencias familiares (su hermano Raúl, al que adora, tiene parálisis cerebral) le han enseñado y mucho de las dificultades y problemas de la vida. Para él, el valor de las personas está por encima de todo.
Con 15 años comenzó a competir en la categoría de Cadetes en el equipo ciclista que existía en Pinto, un año más tarde se fue al equipo madrileño Real Velo Club Portillo. Aunque ni en ese año ni en el primero de juveniles consiguió ningún triunfo, demostró unas grandes cualidades cuando la carretera se inclinaba hacia arriba.   En el segundo año de juveniles llegaron sus primeras victorias, especializándose en los premios de montaña y destacando en vueltas de renombre del calendario ciclista juvenil como la Vuelta al Besaya, Ruta del Vino, Sierra Norte y Vuelta a Talavera, acudiendo a esta última con la selección española.   En 2002 venció en el Campeonato de España contrarreloj sub-23. Al año siguiente, en 2003, debutó como profesional con el equipo ONCE-Eroski, con el que obtuvo su primera victoria como profesional en la contra reloj individual de la Vuelta a Polonia.
A los 24 años de edad ya sabía muy bien lo que era ganar en el equipo Liberty Seguros-Wurth, pero también supo lo dura e injusta que podía llegar a ser la vida. En 2004, mientras disputaba la primera etapa de la Vuelta a Asturias, sufrió una dura caída y, tras unos días ingresado en el hospital y después de haber vuelto a casa, volvió a sentirse mal, por lo que volvió al hospital, donde se le diagnosticó un cavernoma cerebral del que tuvo que ser operado, con riesgo de su vida.
Esa temporada ya no volvió a competir, pero tras una ardua recuperación, Alberto volvió a subirse a una bici en 2005 y, ya en la primera carrera, el Tour Down Under, en Australia, consiguió la victoria en la etapa reina. Como él mismo le dijo a su madre a las tres horas de su grave intervención quirúrgica, “querer es poder”.   Desde entonces, la carrera de Contador ha seguido en rápida progresión, acelerándose con su llegada al Discovery Channel en 2007, con el que conquistó su primera París-Niza y, pocos meses después, su primer Tour de Francia. El gobierno de Kazajistán, con el nombre de Astana, la capital del país, asumió en la temporada siguiente el patrocinio del equipo, con el que logró un espectacular doblete, gracias a la victoria en el Giro de Italia y en la Vuelta a España de 2008. La organización denegó aquel año la invitación al equipo para correr el Tour de Francia. Tras ganar la Vuelta a España, Alberto, con tan solo 25 años, entra en la leyenda del ciclismo al convertirse en el quinto corredor de la historia en ganar las tres grandes vueltas por etapas del calendario mundial, o lo que es lo mismo, la ‘Triple Corona’. Sólo Anquetil, Gimondi, Hinault y Merckx lo habían conseguido antes. Alberto también se convirtió en el tercer corredor de la historia en ganar en el mismo año el Giro y la Vuelta, después de Merckx y Battaglin.
En la temporada 2009 se produce el regreso de Lance Armstrong al pelotón profesional, lo que rápidamente se convertirá en un conflicto de intereses entre el americano y Alberto en el seno del Astana, dado que ambos se presentan a la salida del Tour de Francia como líderes del equipo y aspirantes a la victoria. El ‘duelo’ en las carreteras francesas se decantará del lado de Alberto Contador, que protagoniza un Tour de Francia inolvidable a pesar de no disponer de gran apoyo ni buen ambiente dentro del equipo. Esas discrepancias harán que al final de la temporada Alberto sea el único gran líder que permanezca en el Astana, mientras la dirección técnica y el resto de corredores emigran a una nueva formación.
Alberto Contador
En 2010 Alberto regresa al Tour de Francia, donde de nuevo protagoniza una batalla épica contra el pequeño de los hermanos Schleck, al que terminará de derrotar tras una última y agónica contra reloj durante la cual el maillot amarillo del Tour estuvo en el aire por un puñado de segundos. Aquel año fue también el último en el equipo Astana, con el que dio por terminado un ciclo glorioso.   Alberto Contador había decidido cambiar de aires y poco después de su tercer triunfo en el Tour de Francia anunció su fichaje por el Saxo Bank-Sungard de Bjarne Riis, que a su vez acababa de terminar contrato con los hermanos Schleck.
La alianza con el antiguo ganador del Tour de 1996 era una apuesta inteligente para trabajar junto a uno de los directores deportivos más experimentados del pelotón internacional y los resultados no se iban a hacer esperar.   Pero antes de eso, Alberto Contador sufrió un durísimo revés, al conocer en agosto que un control antidopaje durante el Tour de Francia había detectado clembuterol en su orina. Lo que desde el principio apareció como una evidente contaminación alimentaria, debido al consumo de carne contaminada con esta sustancia, que se emplea para engordar el ganado, derivó en los meses posteriores en un proceso contra el corredor.
La Federación Española de Ciclismo reconoció en primera instancia los argumentos de Alberto Contador y le declaró inocente, con lo que el ya líder del Saxo Bank-Sungard pudo iniciar la temporada 2011 con su nuevo maillot, aunque sólo pudo tener la licencia federativa pocas horas antes de tomar la salida en su primera carrera del año, La Vuelta al Algarve.   La temporada 2011 ha estado marcada por este proceso y, sobre todo, por la apelación al TAS de la AMA y la UCI y los sucesivos aplazamientos del caso, lo que impidió a Alberto Contador planificar con tranquilidad su programa de competición. A pesar estos obstáculos, Alberto ha demostrado en 2011 una enorme consistencia como deportista y como persona, al sobreponerse a todas las dificultades y firmar una brillantísima victoria en el Giro de Italia más duro de los últimos años y, a continuación, un quinto puesto en el Tour de Francia, donde fue víctima, sobre todo, de las caídas y lesiones que se produjo durante la primera parte de la carrera. Esa falta de suerte le impidió conseguir el que hubiera sido el segundo doblete de su carrera, aunque por el camino demostró que posiblemente es el único corredor en activo que puede aspirar a realizar esta hazaña.

La triple corona

Triple Corona
Alberto comenzó esta espectacular trayectoria en la temporada 2007, la de su fichaje con Discovery Channel y la de su despegue internacional, que se inició meses antes, con una victoria sensacional en París-Niza, carrera que hasta entonces sólo había ganado otro español, Miguel Indurain. A partir de aquel momento, el nombre de Contador comienza a ser conocido en el panorama mundial y toma la salida en el Tour de Francia, que sólo había corrido hasta entonces una vez, en 2005, con la aspiración de luchar por el maillot blanco, clasificación reservada a los corredores menores de 25 años.   Durante la carrera se produjeron varios incidentes con corredores implicados en asuntos de dopaje hasta que el último de ellos afectó al líder de la general, Michael Rasmussen, que fue obligado a retirarse por su equipo, el Rabobank. A cuatro días del final, Alberto Contador se encontró vestido de amarillo, aunque para los aficionados lo más importante había sido su antológica victoria en la cumbre pirenaica de Plateau de Beille y, a partir de ahí, su espléndida batalla alpina frente a Rasmussen, que le había colocado segundo en la general.
Tour de Francia
Alberto era ya el líder indiscutible de la clasificación de jóvenes y ahora tenía ante sí un reto mucho más difícil, defender el amarillo frente a rivales mucho más cuajados y, sobre todo, mucho más fuertes que él contra el reloj, cuando precisamente quedaba una penúltima etapa, Cognac-Angouleme, de nada menos que 55 kilómetros prácticamente llanos. Aquel día muchos descubrieron que el liviano escalador de Pinto también era una fuerza de la naturaleza contra el crono. No ganó, pues aquella etapa se la llevó su compañero de equipo Levi Leipheimer, 2:18 más rápido que él, pero sí consiguió evitar la amenaza que suponía el australiano Cadel Evans, quien sólo le aventajó en 1:27, lo que le dejó una diferencia de 23 segundos que sería ya definitiva en los Campos Elíseos.
De esta manera, Alberto Contador se convirtió en uno de los ganadores más jóvenes en la historia del Tour y, desde luego, el más joven entre los españoles que le habían precedido, Bahamontes, Ocaña, Delgado, Indurain, Pereiro y Sastre. Aunque pocos podían intuirlo en ese momento, había comenzado la historia de Alberto Contador en las grandes vueltas por etapas.

El Giro de la fortuna

Un año más tarde, el equipo de Contador, al terminar su patrocinio con Discovery, acabó convertido en Astana, heredando así el sponsor del equipo que un año antes había sufrido los positivos de sus dos estrellas kazajas, que le habían obligado a retirarse en pleno Tour. Como consecuencia de aquello, los organizadores hicieron pesar sobre el nuevo equipo la prohibición de participar en la ronda gala, con lo que Alberto Contador sufrió una sanción no precisamente destinada a él.
Giro de Italia
Aquella controvertida decisión acabó por convertirse en un guiño de la fortuna durante un año, 2008, marcado por decisiones bastante polémicas. La primera había sido la prohibición del Tour. La segunda, paradójicamente, fue la invitación del Giro, que a tan sólo 10 días de la salida decidió admitir al Astana con una condición, que llevara como jefe de filas a Alberto Contador.   Alberto se encontraba en esos momentos de vacaciones en una playa de Andalucía, Chiclana, adonde había viajado con su todavía novia, Macarena, después de correr sus primeras carreras y de ganar las vueltas a Castilla y León y País Vasco. Necesitaba descansar tras ese primer pico de forma para comenzar a preparar la segunda parte de la temporada, en la que había previsto correr la Vuelta a España, que le esperaba con la cumbre del Angliru como máxima dificultad.   Ante la amenaza de Astana, que amagó con abandonar el patrocinio, Alberto se vio obligado a tomar la salida en el Giro, aunque sin haberse preparado en absoluto. Lo lógico sería que, tras una primera semana de toma de contacto y con la llegada de las primeras etapas de alta montaña, se viera obligado a retirarse. Pero había un factor con el que nadie había contado, la fascinación de la ronda italiana.   No fue sólo cuestión de fascinación, sino también de clase, por supuesto.
A pesar de no estar a punto, Contador fue entrando poco a poco en forma a lo largo de una primera semana en la que ningún rival calibró el peligro que llegaría a suponer más tarde y, mediada la carrera, empezó a sentirse cómodo, encantado con la calurosa acogida de los tifosi y con ganas de probarse en los míticos puertos dolomíticos. La retirada comenzó a estar cada vez más lejana, mientras Alberto empezaba a administrar sus fuerzas con precisión de relojero, ya que se sabía en inferioridad frente a la pléyade de escaladores italianos en plena forma. Con el agresivo Ricardo Ricco al frente, Contador debía luchar contra Di Luca, Rebellin, Savoldelli, Piepoli o un Sella que ganaría nada menos que tres etapas.
Frente a ellos sólo podía oponer regularidad y su proverbial capacidad de recuperación.   Esa fue la clave de aquella carrera plagada de puertos míticos como Plan de Corones, Mortirolo, Alpe de Pampeago o la Marmolada, tras cuya ascensión logró hacerse con una maglia rosa que nadie pudo ya arrebatarle. Alberto Contador fue un minucioso administrador de sus fuerzas, un estratega de la lucha a la defensiva y así llegó a Milán, sin ganar una etapa, pero siendo el más regular en todas, incluida la última contra reloj, a la que llegó con sólo 4 segundos de ventaja sobre su rival más recalcitrante, Ricco, que terminó fulminado en ese último desafío, tal como señalaban los pronósticos. Contador había ganado el Giro porque era, ya sin ninguna duda, el mejor contrarrelojista entre todos los grandes escaladores.

La Vuelta de la consagración

El supuesto castigo de no correr el Tour de Francia se convirtió definitivamente en una bendición con la magnífica victoria en la Vuelta a España 2008, una carrera que algunos pueden considerar la más fácil de las tres, pero que estuvo rodeada de una serie de obstáculos añadidos que la hicieron mucho más complicada de lo que a simple vista pudiera parecer.
Vuelta a España
Fue una Vuelta a España marcada por la subida al Angliru, pero sobre todo por la estrategia puesta en juego por el equipo de Alberto Contador, un Astana en el que por primera vez se vivió con toda su crudeza la rivalidad entre los propios líderes que incentivaba la dirección técnica. Y eso sin que en la salida se supiera todavía la bomba mediática que se iba a hacer estallar en plena carrera, con el maillot oro en juego: el regreso de Lance Armstrong.
Si el Giro había sido un reto durísimo debido a la falta de preparación específica, la exigencia del recorrido y la competitividad de los rivales; la Vuelta fue también, al margen de lo deportivo, una lucha psicológica en la que Contador se enfrentó por primera vez a las dificultades que un año después iba a encontrarse, corregidas y aumentadas, en el Tour de Francia, ya con Armstrong como protagonista.
La Vuelta fue una lucha titánica contra la presión, que Contador nunca había sentido tan de cerca. Hasta entonces había ganado el Tour apoyado también en unas circunstancias favorables, sin ser un gran favorito de salida, y el Giro, donde tampoco se contaba con él y, por tanto, no tenía la obligación de los pronósticos. Sin embargo, en la Vuelta era el máximo candidato desde el primer día.
La mayoría daba por supuesta la victoria antes incluso de haber comenzado la carrera.   Alberto hubo de poner en juego su incipiente saber estar, su calma frente al revuelo de alrededor y, una vez más, su creciente sentido de la estrategia, tanto para gestionar la carrera en sí misma como para mantenerse al margen del ruido exterior y las dificultades internas, en este caso personalizadas en Leipheimer, un corredor que hizo su carrera en paralelo a Contador desde principio a fin, apoyado en el argumento de que es mejor tener dos líderes… aunque eso supusiera tener siempre un compañero menos para trabajar y en el que apoyarse.   El Angliru fue el juez que acabó con todas las especulaciones, el árbitro que señaló al más fuerte de la carrera y el que sentenció la general, hasta ese momento en manos de líderes circunstanciales.
Contador ganó con absoluta nitidez. Dejó a 42 segundos a Valverde, a 58 a Joaquim Rodríguez, a 1:05 a Leipheimer y a 1:32 a Sastre. Al día siguiente, en Fuentes de Invierno, Alberto volvió a aprovechar la ocasión para asestar el mazazo definitivo, dejando a Leipheimer a 1:17 en la general, apoyado en unas bonificaciones que, aunque no lo parecieron en un principio, fueron trascendentales para la victoria final.   De hecho, en la decisiva cronoescalada a Navacerrada, Alberto se jugó la carrera en un duro mano con su compañero de equipo, que de nuevo le ganó una contra reloj, en esta ocasión sólo por 31 segundos, totalmente insuficientes para poner en peligro su triunfo en Madrid, que había quedado a salvo gracias a los segundos de bonificación que había sumado a lo largo de la competición y en especial gracias a su victoria frente a Ezequiel Mosquera en Fuentes de Invierno.
Ni siquiera el intempestivo anuncio del regreso de Arsmtrong, del que Contador no supo nada hasta que se hizo público, pudo desestabilizarle. Un año más tarde, de nuevo en el Tour de Francia, pudieron comprobarse las verdaderas consecuencias de aquel regreso, pero eso ya es otra historia.
Trofeos del Tour, Vuelta y Giro

Tripletes

2008 se recordará también porque España ganó las tres grandes vueltas merced a las victorias de Alberto Contador en el Giro de Italia y la Vuelta a España y la de Carlos Sastre en el Tour de Francia. Además, Samuel Sánchez logró el oro en la prueba en ruta de los Juegos Olímpicos de Pekín. La importancia de este logro lo da el hecho de que sólo una vez en la historia del ciclismo se había producido algo similar, cuando en 1964, Francia logró ganar las tres grandes en una misma temporada. En aquella ocasión Raymond Poulidor ganó la Vuelta y Jacques Anquetil el Giro y el Tour.